Profr. Pablo Livas

Profr. Pablo Livas

Profr. Pablo LivasMarín, la primitiva ranchería de San Antonio de los Martínez, fundada por el capitán don José Martínez hacia 1670 y distante diez leguas al noreste de Nuestra Señora de Monterrey, fue la cuna de don Pablo Livas, quien nació el 15 de diciembre de 1872.

Don Pablo Livas nació; para fortuna nuestra, en un paisaje donde el hombre del norte de México cabalga, de noche, al amparo del cintilar de las estrellas, y de día, sintiendo en sus ojos la reverberación del sol en las veredas.

Mestizo al fin, el maestro Livas traía en su sangre restos de una raza que supo retar al sufrimiento ante las lenguas rojas de fuego que se aplicó a Cuauhtémoc, y ante el silencio sin protestas del hombre que aguarda, esperando, el momento oportuno para escribir una página más, abierta hacia el futuro,

Don Pablo Livas, según el testimonio de sus biógrafos, fracasó muchas veces; pero otras tantas, y más aún, multiplicadas, esbozó una sonrisa, elaboró un pensamiento alegre y optimista, puso su cara en busca del sol tras la tormenta, a sabiendas de que después de la tempestad, los siete colores del arco iris cambiarían el horizonte de su vida.

Don Pablo Livas de humilde origen, supo escalar las cumbres del pensamiento pedagógico de Nuevo León y de México entero.

El señor don Antonio Livas y la señora doña Isabel Montemayor de Livas fueron los padres del maestro. El hogar de quien más tarde fuera un ilustre educador, constituyó su primera escuela en la cual aprendió los elementos fundamentales del programa de lo que en aquel entonces se denominaba educación elemental.

“Se inscribió en la escuela pública de la Villa, a los 9 años de edad, cuando ya había estudiado la Primaria Elemental en su hogar. El director de la escuela, don Leocadio González, único maestro de primaria de quien recibió instrucción, refiere que, al examinar al niño Livas para clasificarlo en la clase que le correspondiera a los conocimientos que demostrase encontró que no sólo poseía a conciencia toda la instrucción primaria elemental sino que tenía adelantados bastantes conocimientos de la Primaria Superior, la que debido a su educación y a su talento natural, concluyó en el mismo año que ingresó a la escuela”.

El niño Livas, atraído por el flujo de una ola pedagógica, actúa en una escuela que, en Marín, adopta la Enseñanza Mutua.

Don Pablo Livas fue, dentro del sistema ideado por Lancaster un monitor brillante.

El niño Livas, cuya edad fluctuaba entre los once y los doce años cuando fue monitor -1984- ingresó posteriormente a la sucursal del Colegio Civil del Estado.

El maestro Livas fue alumno de este plantel –subsidiario cultural del Colegio Civil del Estado- en el cual destacase prontamente en disciplinas tales como Latín, Filosofía, Matemáticas y Español.

En ocasiones, a pesar de que el rumbo sea preciso, a pesar de la prefiguración de un camino, surgen adversas circunstancias que obligan a tomar el atajo o el vericueto. Esto ocurrió al educador Livas cuando, por perentorias necesidades económicas de los guiadores de su hogar, hubo de truncar sus estudios para trasladarse, en cambio inesperado, a la Congregación de “El Cercado”, jurisdicción de Villa de Santiago, Nuevo León, en donde su señor padre tenía un pequeño negocio comercial.

Ya en el Cercado, el maestro Livas presta sus servicios en la fábrica de hilados y tejidos “El Porvenir”, primero, como “Muchacho de Oficina” y, descubiertas las dotes del adolescente Pablo Livas, es requerido para que ejerza el cargo de “Rayador”.

Dependiente después de una importante firma comercial en El Cercado, el futuro educador retorna a Marín en donde concluye brillantemente, bajo el asesoramiento del maestro Francisco González, la carrera comercial.

El retorno a la tierra, bajo el paisaje que lo viera nacer, acaso fue como la toma de nuevas energías y como el surgimiento de nuevas inquietudes que sólo aparecen en la edad juvenil.

“El señor Livas padre vivía, a la sazón, en Villa de Doctor González, Nuevo León, en situación casi precaria, y deseando aliviarla un tanto, convino con las autoridades en que su hijo Pablo se hiciera cargo de la dirección de la Escuela Pública. Así, en el año de 1892, se inició el joven Livas en el magisterio que emprendió gustoso y decidido, logrando inmediatamente, a pesar de su juventud, atraerse a sus alumnos, a quienes cautivaba con amenas explicaciones , que desarrollaba de acuerdo con su propio sentir, sobre cada asignatura, aprovechando hábilmente los conocimientos que había adquirido en sus dos años de preparatoria y los que podía conquistar, leyendo obras de texto que conseguía prestadas. Al poco tiempo, su influjo en la escuela fue decisivo, y su éxito asegurado”.

“Dos años estuvo al frente de aquella escuela, los que bastaron para acreditarlo como maestro y para captarse la opinión de ilustrado. Allí conoció al profesor don Eulogio Flores, Primer Inspector de Distrito Escolar del Estado, a que pertenecía la Villa de Doctor González, según la división establecida por la nueva Ley de Instrucción Primaria que acababa de crear la innovación que después se ha llamado “La Reforma Escolar del Estado” decretada en el año de 1892.

Don Eulogio Flores, localizó rápidamente en Don Pablo Livas, no sólo al estudioso, sino al mejor prospecto de maestro para conducir el estudio.

Don Eulogio Flores persuadió al señor Livas padre a fin de que enviara al joven a estudiar en la Normal de la ciudad de Monterrey.

El Gobierno del Estado de Nuevo León, a semejanza de lo que se hacía en el resto de las Entidades de la República, estimulaba la formación de maestros, mediante el otorgamiento de pensiones exiguas, pero que auxiliaban en el sostenimiento de los futuros educadores.

Don Pablo Livas fue inscrito en la Escuela Normal del Estado el 2 de enero de 1894. El Director de la Escuela Normal de ese tiempo, era el ilustre ingeniero don Miguel F. Martínez, cuyo nombre ostenta, con orgullo, la actual escuela forjadora de maestros de la ciudad de Monterrey.

Los primeros pasos de don Pablo Livas, se dirigieron por el camino del magisterio. Estos pasos fueron firmes, como los que da el hombre sobre la superficie de una tierra que siente como propia.

Como caso excepcional y sin procedente, don Pablo Livas, a partir de su segunda año de estudios en la Escuela Normal, desempeñó el cargo de profesor de Metodología General y Aplicada, cargo que desempeñó después también en la Academia Profesional para Señoritas, hasta que con su carácter de Director de esta última en 1914, lo abandonara a causa de las remociones que originó el movimiento revolucionario triunfante.

El joven Pablo Livas, actuando en la ciudad de Monterrey, se asimilaba a la que ahora es una urbe. Livas el joven, nacido del pueblo para servir al pueblo, era humilde con la dignidad de quien no pide, sino exige, el respeto a esa digna humildad en un principio de equilibrio entre lo que es y lo que se quiere ser.

¡Vida del estudiante normalista! Los primeros pasos ante el camino, estaban dados.

El estudiante normalista, por lo general, es un estudiante pobre. Si proviene del campo, se aloja en las llamadas “Casas de Asistencia”, las cuales, en símil arrancado del álbum del recuerdo, evocan aquellas páginas de Alejandro Pérez Lugín en “La Casa de la Troya”.

La vida del estudiante normalista pobre representa, en el cuadro romántico del primer cuarto del siglo XX, un puñado de ilusiones, un conjunto de esfuerzos, un febril aleteo por encima de la realidad y un propósito firme de triunfar.

Don Pablo Livas vivió, no en una “Casa de la Troya” de Alejandro Pérez Lugín, cuya capa pobrísima cubría el cuerpo de los adolescentes cuando contaba bajo el balcón de la bienamada y al amparo de un cielo tachonado de estrellas.

Don Pablo Livas supo, seguramente, de todas las carencias del estudiante pobre, pero también debe haber saboreado el triunfo excepcional de conquistar por su propio esfuerzo, un sitio como alumno y un lugar como maestro y, al transcurrir el tiempo, el sitio preeminente que sólo ocupan quienes, como él, superviven en el recuerdo ya que legó su nombre al aula magna “Pablo Livas” que lo lleva como orgullo en la Escuela Normal “Miguel F. Martínez” de la ciudad de Monterrey en los tiempos actuales.

El siete de agosto de 1897, Pablo Livas presentó su examen recepcional brillantemente. En la obra cuyo autor es don Plinio D. Ordóñez, se expresa que este examen profesional ha sido el acto más brillante de los similares que hasta ahora han tenido lugar en la Escuela Normal de Profesores del Estado, desde que ésta se estableció; habiendo ameritado que en el acta respectiva, se consignara la notable mención:

APROBADO POR ACLAMACIÓN.

Pablo Livas, el joven, se aproximaba al cenit de su existencia. A los 27 años de edad contrajo matrimonio con la señorita profesora Francisca Villarreal.

Don Pablo Livas, al morir el 8 de febrero de 1915 en la ciudad de Laredo Texas, se ocultó para seguir de nuevo en su obra.

Cumplió íntegramente con su misión sobre la tierra, pues supo formar a sus hijos, educar a sus alumnos y proyectarse hacia la posteridad.

El maestro Livas, como todos los hombres de su linaje, se ocultó para seguir de nuevo, con todo su esplendor ante nosotros.

El 8 de febrero de 1915 –en vísperas de emprender una nueva tarea docente- dejó de existir el gran educador nuevoleonés. Los últimos días de existencia los pasó en el exilio: Murió en Laredo Texas.

Nuevo León, de luto, sintió profundamente la desaparición del maestro.

Cinco años más tarde del sensible fallecimiento del educador, sus restos fueron trasladados a la ciudad de Monterrey, Nuevo León, a iniciativa de la Profesora Elvira Vargas Sosa.

Al desaparecer el maestro Livas, su ejemplo supervive, junto con su recuerdo, en la memoria de quienes le admiramos.

Sabinas Hgo., N. L., 9 de febrero de 2009